En la mañana del 9 de octubre de 1967 el Gobierno de
Bolivia, encabezado por el Presidente Barrientos, comunicó a mundo la muerte de
Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el “Che”, que curiosamente era
de profesión médico y dedicó su vida a matar para instaurar regímenes marxistas.
La quiebra final de una fría máquina de matar, el Ché,
por Alberto Méndez Castelló.
“El
odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más
allá de las limitaciones del ser humano y lo convierte en una efectiva,
violenta, selectiva y fría máquina de matar”, en estos términos se expresó el
Che Guevara en un mensaje enviado a comunistas de África, Asia y América,
dígame… ¿Qué vio en los ojos del Che Guevara antes de morir?
“Amargura.
Derrota. Era un hombre que se sentía amargado y obviamente traicionado”.
A mi
lado tengo a Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, el agente de la CIA que condujo
la captura del Che Guevara, el último cubano que lo vio vivo.
Félix
me cuenta que ahora comparte una efusiva amistad con Dariel Alarcón Ramírez,
Benigno en la guerrilla del Che en Bolivia, uno de los tres cubanos
sobrevivientes de aquella aventura, de quienes al recibirlos en Cuba, el mismo
Fidel Castro dijo: “están vivos porque fueron valientes y agresivos”, según
narra el libro Pombo, un hombre de la guerrilla del Che.
Al
decir de Fidel Castro y por analogía comparada, si Benigno (Dariel Alarcón),
Pombo (Harry Villegas) y Urbano (Leonardo Tamayo), los únicos cubanos
sobrevivientes de la guerrilla boliviana del Che Guevara están vivos, es, por
valientes y agresivos, luego, quiere esto decir por efecto contrario que
quienes no sobrevivieron murieron por cobardes y pasivos… o, es que acaso
alguna circunstancia especial condujo a los guerrilleros cubanos a inmolarse…
Actualmente
exiliado en París, el gran interés de Benigno desde su primer encuentro con el
ex agente de la CIA Félix, fue conocer como habían hecho prisionero al Che,
“porque la indicación que nos había dado era que la última bala era para
nosotros, porque no podíamos caer prisioneros”.
Igual
curiosidad a la de Benigno me hizo llegar a la casa de Félix mediada la tarde
del pasado 8 de julio, a donde, extraviados en Miami, el Luife y yo llegamos
guiados por un cartero.
“No
disparen. Soy el Che Guevara. Yo valgo más vivo que muerto”, dijo el comandante guerrillero al ser
capturado, según narró a Félix el soldadito boliviano que lo hizo prisionero.
Félix
reseña aquel minuto de la Historia con un argumento humano: “Imagínate, fue un
momento muy duro para él”.
Pero
la rendición del Che Guevara, simple mortal de carne y hueso, es incongruente
con el concepto del ser ciclópeo que en Cuba nos martillan a cada minuto:
“solamente pudieron capturarlo cuando el fusil fue inutilizado por un disparo y
su pistola quedó sin magazine”, haciendo que cada día, los niños griten en las
escuelas cubanas: “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.
Alberto
Méndez Castelló: Luego, esa historia de que al Che Guevara lo capturan vivo
debido a que su fusil fue inutilizado y la pistola se encontraba sin magazine…
Félix
Ismael Rodríguez Mendigutía: La pistola la tenía llena de balas. Era una
Browning que no le faltaba un tiro. El fusil sí tenía un balazo y estaba
inoperable. El Che les decía a sus hombres que no podían dejarse capturar
vivos, que la última bala era para ellos. Y mira que cosa, ningún cubano cayó
preso, los mataron, solamente tres escaparon; el único que se rindió fue el
Che, que era quien les decía a ellos que no podían cogerlos vivos.
AMC:
A las doce del día del 9 de octubre de 1967, hora de Bolivia, y puesto que la
CIA lo quería vivo, pero sus gestiones fueron infructuosas, usted va donde el
Che y le dice: “Comandante, lo siento, yo he tratado, pero son órdenes
superiores”. Dígame, el Che Guevara, tan acostumbrado a la muerte ajena, ¿cómo
reaccionó ante la noticia de su propia muerte?
FIRM:
Se puso blanco. Blanco, blanco como un papel. Yo nunca he visto a una
persona perder la expresión de la cara como la perdió él. Entonces se
compuso y me dijo: “Es mejor así. Yo nunca debí ser capturado
vivo”.
Al
preguntar a Félix, ¿usted cree que el Che Guevara se sintió traicionado por
Fidel Castro?, respondió: “Oh, sí. Y Benigno también lo cree, obviamente a mí
no me lo iba a reconocer porque yo era su enemigo”.
El
ex agente de la CIA define el estado de incomunicación y la falta de apoyo
externo que sufrieron los guerrilleros de forma lapidaria: “Cuando ellos vienen
a Bolivia el gobierno cubano los estaba enviando a la muerte. Al Che Guevara lo
dejaron en Bolivia a la buena de Dios”.
Converso
con Félix en una habitación donde pueden verse armas de fuego de diferentes
modelos y épocas, cuchillos, espadas, emblemas, un casco de vuelo, fotografías,
documentos, tallas indígenas, libros y toda suerte de objetos que,
indudablemente, cuentan la historia de quien atesora esos recuerdos.
Al
llegar, el Luife y yo tratamos de justificarnos achacando el extravío en Miami
a nuestro origen: “somos guajiros, él de San Germán y yo de Puerto Padre”,
digo, y nos contesta Félix, “yo también soy guajiro, de Sancti Spiritus”.
Poco
después, esa convergencia de nuestros ancestros, llevada por el estado de
necesidad de los cubanos, ese de conocer qué se esconde tras la máscara del
mito, de los mitos, diría yo, de esos que se valieron y se valen para hacer de
Cuba y de los cubanos, salvo honrosas excepciones, mero hato ovejuno, me hizo
preguntar: Félix, usted fue el último cubano que lo vio vivo… ¿Qué semblante
tenía el Che Guevara al final de su camino?
“Mira,
antes de llegar ahí yo tenía otras ideas. Yo estaba consciente de los
asesinatos del Che Guevara en La Cabaña, había momentos en que él me estaba
hablando y yo no lo estaba atendiendo, lo miraba y la imagen era la de aquel
hombre arrogante, con aquellos abrigos en Moscú, con Breznev, Kruchev o Mao; y
al ver al hombre aquel, que parecía un pordiosero, sucio, no tenía ni siquiera
botas, unos pedazos de cuero era lo que tenía amarrados a los pies, un
desastre, y realmente como ser humano sentí pena por él”, diría Félix de aquel
día en La Higuera.
En
honor a la verdad, sentí pena por la muerte del Che cuando siendo un niño de
diez años, en Cuba conocimos de ella y alguien comentó a mi lado: “antes debían
de haberlo matado”; en ese momento no comprendí por qué ese rencor acumulado.
Hoy lo comprendo, y si bien no guardo resentimientos, tampoco siento pena por
el destino del Che Guevara.
El
Dr. Guevara de la Serna eligió ese camino; en lugar de salvar vidas, se dedicó
a producir la muerte; y, como si no fuera suficiente con la muerte de sus
enemigos, convocó a los suyos a morir antes de caer prisioneros, pero cuando
fue su vida la que estuvo en manos del soldado a quien emboscado combatió, el
que en ese momento final tuvo frente a frente, entonces dijo: “No dispare”,
invocando su nombre cual cheque al portador.
Pena
siento por las familias de los muertos que el Che Guevara provocó desde su
llegada a la Sierra Maestra en Cuba, hasta su minuto final en Bolivia; entre
las que se encuentra su propia familia.
Pero
sobre todo, siento pena por el destino de los miles de niños a quienes
en Cuba, todos los días, para transformarlos en autómatas, hacen repetir,
“pioneros por el comunismo, seremos como el Che”. Ellos representan el
futuro de Cuba, y en ellos debemos pensar y por ellos debemos actuar. Ellos
merecen más atención que la muerte de un individuo que, haciendo apología del
odio, pretendió transformar seres humanos en máquinas de
matar.
Tomado de http://www.martinoticias.com/
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miércoles, 17 de septiembre de 2014
La quiebra final de una fría máquina de matar, el Ché...
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