Unidad ante la audacia peruana,
por Hernán Felipe Errázuriz
Como una reivindicación calificó el Presidente Alan García la memoria peruana presentada a la Corte de La Haya. García es un hábil político. La demanda supuestamente reivindicatoria da un giro equívoco a la delimitación marítima, aumenta la popularidad del Mandatario, lo protege de críticas nacionalistas peruanas y pretende arrastrar a Bolivia. No nos extrañemos de que, más adelante, intente un inaceptable acuerdo extrajudicial para mostrar buena fe y tratar de capitalizar sus pretensiones durante su período.
El Presidente es audaz políticamente, pero está equivocado jurídicamente. No se reivindica lo ajeno ni se puede pretender que esta acción no cause desconfianza. Chile tiene sólidos títulos sobre la soberanía del espacio marítimo adyacente a sus costas bajo el paralelo señalizado por las actas y actos de 1968 y 1969, conforme a tratados anteriores. Tratados, trabajos preparatorios, declaraciones, actas y actos de reconocimiento persistentes de ese límite por el Perú y por la comunidad de naciones abonan los derechos chilenos. La pretensión peruana es inaudita. Esperó casi medio siglo para reclamar lo ajeno. De extenderse, habría que volver a delimitar las fronteras de decenas de países, con los consiguientes conflictos.
En los litigios, no basta con tener la razón: hay que demostrarla, convencer al tribunal y lograr que sentencie favorablemente. Es la tarea de la Cancillería, que cuenta con una sólida causa y competentes juristas, expertos y diplomáticos.
Más que otros juicios, éste tiene una dimensión política, interna y externa. Por eso mismo, la opinión pública tiene derecho a exigir que la Cancillería difunda la posición chilena y responda a las declaraciones oficiales peruanas. Los argumentos no pueden quedar en secreto entre cuatro paredes y unos pocos especialistas. Otra cosa es la reserva de sus debates y estrategias. La sustancia está bien. La coreografía anda mal.
La prudencia de los personeros autorizados e independientes debe considerar los impactos de sus opiniones en la defensa chilena y en las relaciones con Perú. No es conveniente, como ha ocurrido, que sin mayor fundamento un columnista del diario de gobierno anticipe que cree que Perú ganaría la demanda. Tampoco es razonable el silencio frente a la maquinaria propagandística peruana, que se nos anticipó con insertos oficiales que pretenden justificar su audacia.
Sobre todo están la unidad y la serenidad frente a las decisiones que adopte el Gobierno, actual y futuro, porque esto va para largo. La defensa del territorio es un asunto de Estado, es responsabilidad del Gobierno y nos compromete a todos. Los personalismos y agendas políticas de gobernantes y opositores desconciertan, debilitan y favorecen a la contraparte.