lunes, 10 de septiembre de 2007

A solo 24 hora de una magna conmemoración.


Chile no daba más. La situación social, política, económica y moral había llegado a límites intolerables. El proceso, de acuerdo a las afirmaciones de las autoridades era irreversible. Los que podían huían del país. El resto se aprestaba a defenderse del sistema opresor que nos pretendían imponer o sucumbían en un conformismo desmoralizador.

Las Fuerzas Armadas y de orden no decían nada, ya las instancias institucionales habían hablado advirtiendo que el proceso de génesis democrática había degenerado en una completa ilegalidad e inconstitucionalidad. La armada había zarpado de Valparaíso para unirse a la operación UNITAS. Todo hacía presagiar que la suerte estaba echada para el país.

La prensa oficialista seguía sus campañas de odios y fomentando las divisiones, la prédica de la guerra civil era constante, las amenazas a los opositores habían subido de tono, los extremistas ya actuaban como dueños del país. El país no funcionaba, la industria, el comercio, los transportes, la minería y los estudiantes estaban totalmente paralizados.

Los partidos políticos opositores, Democracia Cristiana, Nacional, Democracia Radical e Izquierda Radical, habían convocado a una monumental concentración en la Av. Grecia, donde el único orador, el Presidente de la DC, Patricio Aylwin, llamó a las Fuerzas Armadas y de Orden a terminar con la pesadilla que estaba sufriendo la ciudadanía.

El pueblo, engañado como siempre, contaba con grandes cantidades de papel moneda, sin tener nada que comprar, los escaparates estaban vacíos, los precios, en el mercado negro fomentado por el oficialismo subían a valores inalcanzables. La inflación estaba desatada. El año terminaría con guarismos inflacionarios del mil por ciento.

Sigilosamente los Generales Augusto Pinochet Ugarte, del Ejército, Gustavo Leigh Guzmán, de Aviación, el Vicealmirante José Toribio Merino Castro, y el General de Carabineros, Cesar Mendoza Durán, habían decidido que el 11 pondrían fin al nefasto experimento de la Unidad Popular. Cuatro cabezas para un movimiento que tenía detrás a miles de oficiales y suboficiales y a una tropa dispuesta al combate.

El país, se fue a dormir, con esa tensa calma que imponía la situación, alerta contra los ataque vandálicos del extremismo, sumido en negros presagios de que estábamos en un punto sin retorno, preparándose, para al otro día ejercer la única labor existente, hacer cola para obtener algún alimento y luchar contra el opresor sistema castro-marxista que se instalaba en la Patria.




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