Las últimas semanas se han multiplicado los recuerdos —a veces sentimentales — de dos ‘‘reformas’’ del año 1967, la Universitaria y la Agraria. Sobre la primera, han escrito algunos de quienes la desencadenaron, jóvenes de aquellos años. Sobre la segunda, son la Democracia Cristiana y la familia y seguidores del Presidente Frei Montalva, los interesados en festejar la efeméride.
Quisiera explicar las razones por las cuales, a mi juicio, no hay nada positivo que decir sobre ninguno de estos hechos, importantes pero sumamente dañinos para el país.
1. La Reforma Universitaria comenzó el año 1967 en las universidades Católicas, y de allí se extendió a las otras.
De sus ‘‘realizaciones’’ no quedó, después del golpe militar, nada que justificara o hubiese exigido las largas disputas y violencias interalumnos y contra profesores que generó aquel proceso, inolvidablemente caótico.
Por fortuna para los responsables, el golpe militar anuló sus ‘‘victorias’’. Así se pudo alegar que no alcanzaron a producir frutos.
Sin embargo, ya van diecisiete años de gobierno de quienes fueron fervorosos protagonistas o partidarios de las reformas. Muchos de sus entusiastas defensores los años ’67 y siguientes han sido después de 1990 jefes políticos, gobernantes, ministros y subsecretarios educacionales, rectores y otras autoridades de los planteles superiores, senadores, diputados. Han tenido por ende la ocasión de reponer las reformas que ahogaron los militares. ¿Qué han hecho al respecto?
1.1. Excluyamos primero las modificaciones de funcionamiento académico, que desde luego no eran ni son dogma revelado, ni está claro que fueran indispensables, para imponerlas, la violencia y el caos abatidos sobre las universidades aquellos años.
Me refiero a planteamientos como el currículo flexible, el sistema de créditos, la mayor proporción de profesores de tiempo completo, las reglas más objetivas en cuanto a admisión, pruebas de conocimientos y notas, etc. Nada de lo anterior exigía, para instaurarse, el terremoto reformista. Baste recordar que en todos o casi todos estos aspectos, aplicaba reglas modernas y sensatas la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica de Santiago, de inspiración ‘‘Chicago’’. Y sus alumnos y profesorado fueron enérgicos enemigos del reformismo revolucionario de la FEUC, impidiendo la huelga y la toma en dicha Facultad.
1.2. Vamos ahora a los objetivos fundamentales de los cambios reclamados el año 1967:
1.3. Desde luego, no eran nuevos, sino muy antiguos y trillados. Venían del argentino ‘‘grito de Córdoba’’, el año 1918, y los había recogido la FECH de los años ’20, en ambos casos con agitaciones similares, aunque no tan intensas, a las de 1967. Las tres veces, por ejemplo, se pedía que la universidad no fuera ‘‘profesionalizante’’, sino que diera a los alumnos una amplia formación cultural. Y que dejara de ser una ‘‘torre de marfil’’, y se conectase a las realidades y problemas —y aun, se decía, corriendo los años finales del período 1967/1973, a las revoluciones— del país.
Nada de esto se ha dado, después de casi dos décadas de restaurada la libertad universitaria. Los estudiantes universitarios de hoy, sus profesores y sus planteles... ¿no hacen el mismo o aún mayor énfasis que los de entonces, en el adiestramiento técnico para las respectivas profesiones?; ¿no exhiben igual si no superior indiferencia que aquel entonces ante los problemas socioeconómicos y políticos del país?; ¿no poseen un nivel e interés cultural inferiores, aún, a los que mostraban los años ’60 del siglo pasado? De lo que, respecto al último punto, trajo la reforma, sólo persisten los ramos llamados ‘‘electivos’’ que —con algunas honrosas excepciones— ni la universidad ni sus alumnos toman en serio y suelen ser de baja calidad y poca importancia.
1.4. Pero las anteriores no eran las banderas más altas de la Reforma Universitaria, sino las dos que siguen. Analicemos su estado actual:
A) “COGOBIERNO UNIVERSITARIO’’. Es decir, que las autoridades académicas —rectores, decanos, consejos— fueran elegidas en votación directa por los profesores, alumnos y funcionarios administrativos de cada universidad.
Este fue, puede decirse, el emblema de la reforma. Por él renunció al Ministerio de Educación Juan Gómez Millas, gran figura intelectual de la segunda mitad del siglo XX. Ni el Presidente Frei, ni los políticos adultos de la DC estaban muy convencidos, pero no pudieron resistir a las federaciones de alumnos universitarios (todas democratacristianas) y aflojaron. Los militares, sin embargo, abolieron el ‘‘cogobierno’’. Y lo prohibieron explícitamente en la LOCE, artículo 45, letra e)...
... Y ahí sigue prohibido. Diecisiete años pasados desde que llegó la alegría, y nadie ha PROPUESTO siquiera derogarlo, hacer posible el ‘‘cogobierno’’, tan fundamental el año ’67. El proyecto en curso de modificación de la LOCE olvidó este ‘‘enclave autoritario’’. No sé si el informe de la comisión sobre enseñanza superior, recién entregado, contiene algo al respecto; me parece que no. ¡Tanta revuelta, tantos discursos y ríos de tinta de los jóvenes ‘‘cogobiernistas’’, hace treinta años, y ahora que mandan o influyen, este ideal ‘‘intransable’’... simplemente se les olvidó!
B) “UNIVERSIDAD PARA TODOS’’. Los militares establecieron exactamente el principio contrario: ‘‘Universidad PAGADA para todos’’. Y es el mismo de hoy, y a unos precios siderales... cancelar el alumno, cada mes, lo mismo o más de lo que paga el estudiante medio de un colegio particular... y de uno CARO. Créditos universitarios y becas, que también se conocieron bajo el régimen militar, son sólo paliativos, no soluciones.
No se trata de decir si lo anterior es bueno o malo, sino simplemente de observar que a la ‘‘Universidad para todos’’ se la llevó el invierno dictatorial... pero no volvió, ni siquiera como buen deseo, con la primavera democrática. Mejor dicho, un paso se ha dado, pero LO DIERON LOS MILITARES. Ahora ingresan muchos más jóvenes a la enseñanza superior, pero es porque aquéllos crearon las universidades privadas, los institutos profesionales y los centros de formación técnica. Vale decir, hoy, LA MITAD de las vacantes de ese nivel de enseñanza.
Esto es lo que queda de la Reforma Universitaria. Nada. No sé, entonces, qué celebran sus antiguos y enfriados entusiastas. Será la nostalgia de las puertas encadenadas, los lienzos desafiantes en los frontis de los edificios invadidos, las noches de ‘‘toma’’ con sus piquetes de vigilancia, sus fogatas, sus cervezas, sus salchichas y sus romances... Pero tampoco debiéramos festejar el triunfo de la fuerza, aquellos años; la fuerza a la cual cedieron el Gobierno (si, peor todavía, no estaba de acuerdo), la Iglesia... Pues toda concesión a la fuerza es un precedente y un ejemplo.
2. La Reforma Agraria es tema demasiado extenso e importante para abordarlo en poco espacio. Trataré, pues, sus fallas de concepto, dejando para otra oportunidad las de ejecución.
2.1. Fue presidida por dos resentimientos: el de campesinos contra patrones, y el de clase media contra terratenientes, mirados como el símbolo de una orgullosa y despreciativa aristocracia. El segundo resentimiento utilizó al primero. Cuenta un dirigente campesino de la DC, en un librito muy educativo de 1970 (‘‘Hasta Aquí No Más llegó Tu Patrón’’), que el vice de CORA, también DC, explicaba a los trabajadores ‘‘que los dueños de fundos usaban la tierra sólo como pantalla para obtener créditos en los bancos con el fin de comprar maquinarias, pero el dinero de estos préstamos lo malgastaban en comprar autos, aviones y paseos a Europa’’. Jamás resultan las políticas públicas basadas en resentimientos.
2.2. Se tomó por base que la insuficiente producción agrícola exigía, para mejorar, subdividir la tierra y entregarla a los campesinos, pasando por alto los estudios que, ya desde los años 1950, negaban ese supuesto. Las verdaderas causas de la crisis productiva de la tierra fueron ignoradas o minimizadas.
2.3. Se propuso e hizo aprobar una ley de reforma, y se la ‘‘mejoró’’ con otra —la ‘‘Ley Aylwin’’—, que dejaban en total indefensión a los agricultores expropiados. De este modo pudo la Unidad Popular crear un imperio de MILLONES de hectáreas agrícolas propiedad del Estado y administradas por él centralizadamente, sin cambiarle una coma a las leyes democratacristianas. No es posible, como a veces se pretende, separar la reforma agraria DC, de la UP. Las presidieron las mismas leyes.
2.4. La DC y su candidato Tomic cambiaron de caballo en medio del río, abandonando a Frei y el lema de 100.000 nuevos propietarios agrícolas, para hacer de los ‘‘transitorios’’ asentamientos una muy definitiva propiedad ‘‘comunitaria’’, sin dueños individuales. Se abrió así el camino al colectivismo agrario de la UP.
2.5. Se aplicó a las expropiaciones agrícolas reglas distintas que a los OTROS PROPIETARIOS: pago diferido, ocupación sin previo pago, pago SIN REAJUSTE de una parte del precio. Ello, de hecho, significó CONFISCAR esta parte, anulada con la inflación de 1972/1973 (250% y 600% respectivamente). Para que estos abusos no fueran reclamables, se los configuró como reforma constitucional. Abriendo la puerta, de tal modo, para que un grupo de propietarios chilenos fuera discriminado brutalmente... y pensando que lo aceptarían sin chistar.
Aquí quedaremos... por el momento.
viernes, 5 de octubre de 2007
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