La historiografía seria nunca debe fundarse en anécdotas y por ello no puede permitirse ser solamente narrativa. Pero eso no excluye que relaciones directas tengan importancia como índices que pueden ser ulteriormente documentados.
En el contexto del debate surgido en torno a mis revelaciones acerca de la relevancia del general Carlos Prats en el intento por imponer violentamente el marxismo a la sociedad chilena, particularmente mediante su compromiso con el Partido Comunista y Carlos Altamirano para entregar armas de los depósitos del Ejército a la CUT y los cordones industriales, destaqué la vinculación de Carlos Prats con el Partido Comunista de la Unión Soviética. En su importante y reciente estudio «Miguel Krassnoff. Prisionero por servir a Chile» (Maye, Santiago 2007), Gisela Silva Encina incluye una revelación que tiene mucha importancia para reforzar mis afirmaciones. La transcribo: “El entonces teniente Krasnoff debió enfrentar en esa época una situación muy seria. El comandante en jefe del Ejército y ministro del interior, general Carlos Prats, había hecho una visita oficial a la Unión Soviética. A su regreso citó a Miguel a su oficina y le manifestó escuetamente: «Teniente Krassnoff, entiendo que Ud. habla ruso y es traductor e intérprete de este idioma».
—Sí, mi general.
—Muy bien. Le voy a hacer entrega de esta carpeta para que me la traduzca y la información contenida en ella Ud. la maneja en forma reservada. Este trabajo lo necesito a la brevedad posible.
La carpeta era muy voluminosa y contenía recortes de prensa de diversas ciudades de la U.R.S.S., en los que se daba cuenta de la visita del general Prats y de sus intervenciones públicas en estos lugares (…) Como la carpeta era muy voluminosa y el trabajo urgente, el teniente Krassnoff le pidió ayuda a su madre. Pocos días después, Dyna Martchenko llamó a su hijo alarmada. No podía dar crédito al lenguaje empleado por el comandante en jefe del Ejército de Chile durante su estadía en la U.R.S.S. Visitando no sólo unidades militares, sino también organizaciones sindicales y políticas comunistas, se hacía llamar «camarada» y manifestaba su absoluta conformidad —y la del Ejército a sus órdenes— con el proceso «democrático» vigente en Chile. En una entrevista, por ejemplo, contestando a la pregunta de un periodista sobre la posibilidad de un golpe «reaccionario», el general Prats lo declaraba imposible. «Los camaradas soldados están junto a los obreros y campesinos (…) El ejemplo de vuestra actitud en 1917 está en la memoria de todos (...) Nuestro proceso revolucionario es irreversible (…)». Krassnoff, sorprendido también, trató de calmar a su madre, diciéndole que a lo mejor éstas eran exageraciones de la propaganda comunista en la U.R.S.S. y que el general Prats, que no hablaba una palabra de ruso, había sido sorprendido. Le entregó los textos traducidos al general Prats en persona. El general leyó el trabajo y felicitó calurosamente al joven traductor. La esperada reacción de molestia del comandante en jefe no se produjo. El general había en efecto utilizado el lenguaje marxista ante el pueblo soviético. Prats le reiteró a su joven subalterno la necesidad de mantener reserva sobre el contenido y se despidió de él. No volverían a verse nunca más” (op.cit., p.97-99).
He comenzado ya la búsqueda de los artículos de prensa soviéticos y ulteriores documentos ministeriales y partidarios. Las dificultades para los científicos extranjeros en los archivos rusos aumentan en la medida en que los ex KGB consolidan su presencia inapelable en la nueva institucionalidad de ese país. Por ello, sería de mucha relevancia que se permitiera el acceso al legado de Carlos Prats, cuidado por sus descendientes, y buscar allí la voluminosa carpeta. Juan de Dios Vial Correa dedujo de mis revelaciones archivistas, con precisión, que el verdadero peligro en esa época no era la hibridez política de Allende, sino «el camarada Prats», actor decisivo y potencialmente fuerte.
Recientemente, Juan Vives, ex agente de la seguridad cubana y de su servicio de inteligencia, ha afirmado que “Prats era conocido entre nosotros como «el hombre de Moscú»”.
Si es verdad que el río suena cuando lleva piedras, en este caso el sonido de las aguas se asemeja cada vez más a una avalancha.
(*) Víctor Farías es un historiador que se ha destacado por analizar, estudiar y desenmascarar distintas mentiras del marxismo internacional que la majadería izquierdista, sumada a la cobardía derechista, has transformado en verdades
aceptadas.
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